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Foto del escritorCasa Natal

Papá importa

Actualizado: 17 ene 2022

Por Paula Martinez Chaigneau.



¿Acaso los papás también son necesarios en casa? Como resultado de la polarización de los roles sociales de género no sólo las mujeres hemos perdido, ellos se han perdido de la esfera íntima de los tiernos cuidados de los hijos. Felizmente, estamos viendo un gran cambio de paradigma en las relaciones hombre/mujer; si las mujeres podemos entrar al mundo público y visible del trabajo y de las decisiones políticas, también ¿por qué no? ellos pueden tomar su lugar en el mundo privado y cálido del hogar y la familia. Sólo así es posible un real cambio en el orden patriarcal en todos los niveles de la organización social. No sólo pueden hacerlo, deben hacerlo porque su lugar es importante e irremplazable.



Cada vez más se instala la necesidad de hablar de Salud Mental Materna (SMM) y eso es bueno. Ocuparse del estado emocional de las madres gestantes y puérperas no sólo es muy bueno, es imprescindible desde varios puntos de vista. Si se enfoca desde los números en Salud Pública, la atención a la SMM es considerada una muy inteligente inversión para el sector: menor gasto en intervenciones obstétricas, menor ocupación de días de cama en maternidad, menor patología neonatal, mayor eficacia y duración de la lactancia materna, mejor desarrollo psicomotor del lactante, menor morbilidad y mortalidad neonatal e infantil, así como otros indicadores estadísticos duros, muchos de los cuales han sido estudiados y publicados, estableciéndose como evidencia válida para la toma de decisiones. Lo que no se ha enfatizado lo suficiente, es la importancia del rol de la pareja en esta etapa perinatal, lo cual no sólo deja a la mujer en soledad, sino que excluye la energía masculina de la esfera del nacimiento y la crianza: ellos parecen visitas, ajenos, torpes, infantiles… frente a su propio/a hijo/a. La energía del padre dota a la diada de una dimensión yang, a la vez que aporta al padre la dosis de oxitocina que lo hace más empático y apto para los cuidados maternos. También es un antídoto contra la eterna división sexual del trabajo, que aún en el siglo XXI se instala al nacer el primer hijo o hija por efecto de la maternidad. La presencia activa del padre desde la gestación y en todas las etapas subsiguientes fortalece el vínculo conyugal, construye positivamente la co-parentalidad en la pareja, provee a los/las hijos/as de un factor irremplazable: factor padre.


Algunos varones reclaman ese lugar en la familia, como un complemento en su vida afectiva, los niños y niñas los reclaman también en casa. Es estimulante ver a los papás llegando al jardín infantil, portando a su bebé en el foulard o en el cochecito de paseo, jugando con ellos en la plaza y siempre me sorprendo preguntándome: ¿será separado? Pareciera que es necesario que la pareja se rompa para que el papá pueda hacerse cargo de sus hijos, disfrutar de su compañía, acompañarlos a crecer.


La cultura no ayuda: si bien el permiso postnatal en Chile se extendió desde 2011 a seis meses, con la posibilidad de traspasar las últimas semanas para los padres o compartirlas con ellos, sólo un 0,23% de estos permisos han sido efectivamente utilizados [1]. Una política pública llena de buena intención. No comentaré aquí el irrisorio denominativo de “descanso postnatal” a este permiso. Sin extendernos en el hecho de que 6 meses sigue siendo un tiempo muy limitado para atender adecuadamente al desarrollo de la primera infancia, veamos qué ocurre con el papá en esos 6 meses: tiene 5 días de licencia posteriores al nacimiento (sólo lo ocupa un 20% de los padres), es a la madre a quien se atribuye la posibilidad de licencia por enfermedad del hijo hasta los dos años y también es la madre quien puede decidir si desea transferir sus últimas semanas de permiso al padre. Muchas veces, es la madre quien no confía en la capacidad del papá para hacerse cargo, tal vez porque él estaría llegando tarde a este aprendizaje; o bien porque el estereotipo social la condenaría como una “mala madre” si dejara a “su” bebé al cuidado del padre. Esto no sólo deja a los papás fuera de juego, sino que ante cualquier empleador pesa sobre las mujeres la sospecha de incumplimiento o abandono de labores profesionales debido a su condición de madre o en posibilidad de serlo, sin contar con la diferencia de salario que esto conlleva y la recarga en sus cotizaciones de salud y seguridad social (desde lo laboral, el fenómeno ha sido denominado Stay at home-parent[2]). Es decir, laboralmente, es difícil que un papá decida optar por los cuidados parentales. Esto conduce una vez más a la polarización de los roles complementarios rígidos en la pareja y con ello, a la larga o a la corta, al consecuente desajuste marital.


Aún así, cada vez más parejas jóvenes deciden que él también se encargue de la casa y los niños -sea por motivos laborales, de estudios u otros-. De hecho, es una tendencia al alza en los países europeos, especialmente en el área nórdica: países como Suecia o Islandia han experimentado un alza en los nacimientos luego que los hombres accedieran a más días de licencia paternal, efecto tanto más interesante cuanto que las tasas de natalidad van en picada, también en nuestro país. Veamos el reciente caso de España, hasta ahora el más avanzado : “... desde este 1 de enero de 2021, los permisos de paternidad se equiparan plenamente a los de maternidad. Unas licencias que son remuneradas al 100% e intransferibles, es decir, que si no se disfrutan por el progenitor titular, se pierden ―dos factores fundamentales según los expertos para incentivar a los hombres a utilizarlos―, y que sitúan a España a la cabeza en este tipo de derechos[3].


En pandemia todo ha sido puesto en relieve, esta inequidad también. Se discute en la cámara de diputados la extensión del permiso postnatal de emergencia hasta el final de la emergencia sanitaria, nuevamente como un beneficio para las madres. Este debe ser enfocado como un beneficio para las familias; los padres también pueden y deben solicitar esta pausa para ocuparse de sus hijos e hijas, permitiendo que las madres que así lo desean vuelvan a trabajar y no queden tanto tiempo off, corriendo con el riesgo de perder vigencia en sus labores.


El cambio fundamental está en el imaginario de la paternidad ¿es la maternidad sólo cosa de mujeres: La Tienda Roja en la que los hombres tienen prohibición de entrar? ¿obtienen los hombres algún beneficio al ocuparse de los bebés? ¿favorece a la pareja, a la familia, a la empresa y a la sociedad que los padres formen parte de esta etapa en la formación de sus hijos e hijas? Los varones quedan invitados a contestarse estas preguntas y, si les hace sentido, comenzar a ocupar su lugar en la “silla vacía” del padre.



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