Para Álvaro, con amor.
Por Paula Martinez Chaigneau.
“Existe, sin duda, una cada vez más estimulante literatura de
las nuevas maternidades, un repertorio en cierto modo
reciente, pero muy sólido; en cambio, con las paternidades hay
una mezcla de silencio y dolor kafkiano”.
Andrés Neuman
“Si hay una escuela para la reeducación de la masculinidad tóxica
ese es el ejercicio de la paternidad consciente, pacífica y presente”
Ritxar Bacete
Quise encabezar este artículo citando a dos escritores que han puesto su aguda
mirada, desde su lugar de hombres, en este vacío respecto a “qué pasa con los hombres”
cuando son padres y quieren serlo de una manera consciente y presente.
Nuestro imaginario colectivo impregnado de patriarcado concibe al padre como una
figura poderosa y lejana, muchas veces cruel o fría: padre ausente, padre que abandona,
padre que está pero no está, padre borracho, padre que pega, que maltrata, que humilla,
padre fantaseado, padre idealizado… el padre siempre está aunque no esté deja un
fantasma sentado en la silla vacía, se construye en su ausencia un mito, una memoria
imaginada en los relatos, en los silencios, en los dolores y añoranzas del desamor. “Nunca
me hizo falta un padre”... y ahí está en el orgullo. El dato recién revelado de que más de un
80% de las pensiones de alimentos no se pagan en nuestro país nos escandaliza mas no
debería sorprendernos, ya que el padre presente es un logro tímido y reciente. Cada vez
más hombres jóvenes defienden su derecho a estar presentes, deben hacerlo un poco a
contrapelo del entorno familiar, social y laboral, que les indica que la maternidad no es su
lugar, que de eso se encargan las mujeres.
Además, las mujeres suelen excluirlos del círculo íntimo de la “Tienda Roja”, esa
institución pre bíblica (sea ficción o realidad histórica) a la que sólo las mujeres tenían
acceso como un refugio ante la supremacía del varón alfa; las mujeres se reservaron el
derecho a adorar en secreto a la Diosa y a compartir intimidades entre sí en ese lugar
sagrado. Aún hoy, hay mujeres que se resisten a aceptar que el padre entre en la esfera de
los cuidados sienten que es territorio exclusivo de las madres, el cálido espacio que se nos
ha reservado a nosotras las mujeres en un mundo patriarcal que nos expulsa de los
espacios públicos, parecen decir “Al menos déjennos esto a nosotras!!” Sin embargo, no
habrá plena equidad de género si no compartimos las tareas de la crianza con ellos. El
orden patriarcal es el que nos ha relegado al rol materno como mandato y el resultado de
las luchas feministas del siglo XX -que han eludido sigilosamente el complejo asunto de la maternidad- ha sido nuestra doble y triple jornada de trabajo: profesional, doméstica y
materna. Decía una de mis pacientes recientemente madre: “Si ambos tenemos trabajos
similares y yo puedo dejar al menos dos tardes a la semana para estar con mi bebé ¿por
qué él no?”
El escritor argentino Andrés Neuman comenta respecto a su libro “Umbilical”:
Hay un vacío y un silencio llamativo e inquietante respecto a la relación
entre hombres y embarazos y entre hombre y bebés. Y siento que hay
una especie de territorio muy sensorial, primario e intuitivo del que un
bebé te enseña a disfrutar y en el que los padres podemos entrar para
crear otra especie de cordón umbilical simbólico que termina teniendo
consecuencias físicas. Las labores del cuidado, del afecto y del
acompañamiento pueden pasar en los hombres también por el cuerpo.
Yo siento que todo eso es una gran oportunidad para que los hombres
reflexionemos y nos vinculemos poco a poco con el hijo. Para que
cuando se produce el nacimiento no sea un principio, sino una
continuación de un vínculo que ya has ido generando poco a poco. Por
eso me interesaba que la primera parte del libro estuviese dedicada a la
parte prenatal. Porque según el canon tradicional es el territorio que nos
está vedado completamente a los hombres por limitaciones biológicas
evidentes.
También otro escritor, Ritxar Bacete , comenta este fenómeno: “... la historia de la
paternidad no está escrita, es increíble que algo tan fundamental para entender el mundo
patriarcal en el que vivimos como es la figura del padre apenas haya sido estudiado”
Como ya sabemos, hasta el año 2020, sólo un 0,23% de los padres en Chile se
había tomado el permiso parental al que pueden optar por acuerdo con la madre, aprobado
por la ley 20.545 desde 2011. Según una encuesta realizada en 2021 a padres recientes 3 ,
las principales razones que se esgrimen son: “No hay suficiente información (29%); “No se
acostumbra” (19,5%); y “No es lo natural” (8%); y “La madre no lo pide” (7%).
Si bien muchos padres, especialmente de las nuevas generaciones, dicen desear
estar más presentes y que cuidar de sus hij@s los hace sentir más felices, cuentan que se
encuentran con los siguientes obstáculos:
“La inestabilidad es el anticipo del cambio, pero si el movimiento es suave la realidad
futura se aspecta bien” 4 . Es evidente que la manera de vincularnos en pareja va cambiando
rápidamente en nuestra sociedad, a veces en forma vacilante, en un equilibrio
necesariamente inestable, explorando nuevas maneras de relacionarnos con el/ otro/a,
especialmente desde que las mujeres hemos decidido salir al mundo exterior: profesionales,
políticas, empresarias, dirigentes, activistas, artistas, deportistas. Muchos hombres
entonces buscan su lugar a tientas, sin un modelo previo que les indique cómo ejercer su rol
paterno: los hay con una clara consciencia que los hace saber estar presentes como
padres, -también hay quien intenta trasladar su hábito de control hegemónico al ámbito de
la maternidad-, los hay bien intencionados pero sin tanta claridad y también hay padres más
rezagados que mantienen una postura convencional acerca de su rol en la familia. En la
encuesta mencionada, las respuestas acerca de la experiencia de ser padre son así de variadas, con tendencia a enfatizar (al menos en el enunciado) cómo ésta los acerca hacia
el arquetipo paterno introyectado, más que al contacto con el amor:
Existe un fenómeno menos comentado, aunque muy real, que tiene que ver con el
desplazamiento de la madre en la esfera materna para hacerle un lugar al papá. He
conversado con mujeres que tienen dificultad para “soltar” no tanto al bebé, sino el poderío
que el título de mamá les ha otorgado, como el espacio reservado a la mujer en el orden
patriarcal; es como si dijeran “al menos déjenme esto sólo a mí, ya que el mundo de afuera
lo dominan ellos…”. Es comprensible. Sin embargo, el precio por esa hegemonía es muy
alto. Sólo haciéndole un buen lugar al papá en el nido, podemos las mujeres volver a serlo
además de ser madres. Volver a ejercer la profesión, volver a arreglarse para salir,
conversar con otr@s y de otros temas, volver a sentir desafíos profesionales, volver a
divertirse, volver a ser dueña de su cuerpo y también poder descansar. Los logros del
feminismo moderno, propio del siglo XXI, estarán incompletos en tanto no se integre al
padre en la crianza de manera realmente paritaria, no sólo como una “ayuda” bien
intencionada, sino como parte de su nueva masculinidad, valorando además la hermosa
diferencia que aporta al bebé su energía masculina.
Esto requiere que las madres dejen de “supervisar”, criticar o corregir su manera de ser papá, y que les permitan suavemente aprender a relacionarse con su bebé desde el comienzo.
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